Como entrenador he
aprendido a creer en mi trabajo, en el trabajo de mis colaboradores y en el
trabajo de mis jugadores.
He aprendido a
creer en el resultado del trabajo y que, no todo tiene que ser como uno quiere
cuando queremos, sino cuando deba suceder y pueda suceder. Lo que no debemos
dejar de hacer es trabajar.
He aprendido a
tener la paciencia necesaria, a escuchar y observar con tranquilidad los porqués
de lo que sucede (con respecto a mi equipo). Pero también a entender que no todo
lo que veo es lo único que sucede, sino que siempre hay situaciones que se me
escapan y que tengo que analizar desde las profundidades del pensamiento.
He aprendido a
creer que todo en esta vida (en cualquier circunstancia) tiene solución; a
veces no lo que nosotros esperamos, pero la tiene.
He aprendido que
necesito creer para poder trabajar, que necesito tomar decisiones que, a veces,
no son las mejores (según las opiniones de los que me rodean) pero tengo que
tomarlas y además, a veces, sin gustarme, pero las creo necesarias.
En todos los ámbitos
de la vida es necesario creer. Ahora que estamos en navidad, creer en una religión
u otra nos da tranquilidad. Creer para mí, es sinónimo de rellenar en
nuestra alma el hueco que necesitamos para que lo demás tenga razón de ser, es
decir, creer es el impulso del alma, de nuestra capacidad y lo que nos da
sentido a lo que pretendemos y queremos conseguir.
Comentando lo
que está pasando con mi equipo (respecto a los resultados que estamos
teniendo actualmente) después de dieciocho años sin estar en la elite del
futbol sala, he de decir que no nos está saliendo todo tan bien como hubiéramos
querido (aunque tampoco tan mal). Pero es necesario saber quiénes
somos y contra quienes jugamos en todo momento (sin olvidarnos de dónde venimos
y lo que podemos conseguir).
Recordarles a todos
quienes somos, es decirles que somos un club enormemente pobre económicamente
y, enormemente rico por ilusión y perseverancia.
Recordarles que no
tenemos un equipo diez, pero si un equipo siete. A veces con respecto a los demás,
es un equipo cuatro en cuanto a puntuación y que intentamos en todos
los partidos ser un equipo seis, juguemos contra quien sea.
Recordarles que
creemos en nosotros y en nuestras posibilidades y que trabajamos sin
tregua para conseguir el objetivo de no bajar de categoría y que nosotros
debemos creer y, de hecho creemos, que podemos conseguir ese objetivo.
Siempre tengo el
pensamiento que la vida y el deporte se rigen por los mismos mimbres, es decir,
que se rigen por unas normas, unos compromisos, unos caminos, una confianza y
sobre todo por una creencia y que en ella el miedo al fracaso no
nos puede vencer.
Una persona humilde
tiende siempre a valorar cada segundo, cada acción, cada momento, cada circunstancia,
a cada compañero, amigo, familia e incluso a cada persona (la conozca o no) que
de alguna manera tenga relación con él; pues igual esa persona es la que
nos va a indicar el buen camino y ese segundo que perdemos sin valorar, nos
puede perder. En el deporte es muy parecido: ese balón que perdemos en un
segundo puede ser el de la derrota.
Dicen que algunos
de los momentos estelares de una familia es el nacimiento de un nuevo ser,
una cena por navidad, una celebración de boda o, simplemente, una reunión
familiar. Creer en eso es lo que puede darle valor a ese momento, porque
podemos estar pero no creer, entonces es como estar vacio y solo, aunque
se esté con muchas más personas celebrando estos acontecimientos.
Ahora que estamos
en fiestas navideñas y de año nuevo, creer en objetivos de vida con independencia
de las circunstancias y de lo mal que esta todo, es lo que nos puede
ilusionar con un mañana mejor, pero ojo, no nos olvidemos que mañana es
hoy. Sin hoy, no hay mañana y ayer no existe, existió.
Deseo creer que
entienden lo que digo y que crean que es uno de los caminos a seguir para
darnos una oportunidad más para vivir intensamente nuestra existencia.