domingo, 3 de marzo de 2013

Una realidad momentánea


Sería un hipócrita no percibir la sensación de la triste realidad del último partido. Sería una persona con poco compromiso deportivo si no aceptara la realidad del último partido. Sería un muy mal entrenador no aceptando que soy el primer y único responsable de lo que se apreció en el último partido.
Una vez percibido, aceptado la realidad y aceptado la responsabilidad de culpabilidad, tengo que pensar inmediatamente en buscar el día siguiente, la posibilidad de trabajar con más experiencia y que la misma nos capacite para que lo que ocurrió sea un aprendizaje, una experiencia (aunque poco atractiva, muy humillante y muy desesperante). Nos sirva para corregir errores, nos sirva para crecer, nos de garantías de darnos cuenta, una vez más y más claramente de quienes somos, donde estamos y lo que tenemos que hacer para mejorar...
En un partido donde en el primer minuto te marcan, en el segundo te crean dos ocasiones y en el cuarto vas perdiendo por tres, además de crearnos la ansiedad, de intentar solventar los fallos, y tener un gran equipo como rival, los treinta y siete minutos restantes, sobran.
Hay días que no sale nada, que puedes hacer lo que quieras que por mucho que intentes, no sale nada. Hay días que no tienen explicaciones, a pesar que parece fácil, que parece que no jugaste nunca ni entrenaste nunca. Hay días que parece que no existe equipo, que no existe entrenador, que estamos en otra parte.
Ese día, primero debes disfrutarlo, porque quiere decir que lo estás viviendo, que lo estás intentando, que aprendes a dar la cara, aunque el sol ni la luz artificial te alumbre; que parece que la oscuridad no solo te deja ciego sino que te quita la ubicación y el sentido de la misma pero, insisto y persisto, es que hasta en ese día estamos.
Podría poner muchos ejemplos, pero por si pudieran interpretarse como disculpas, no quiero ni intentarlo, para que toda el agua sucia que pueda caer, caiga; nos moje de una vez y nos dé una nueva oportunidad de lavarnos después.
Levantarse después de haber caído 4.000 veces, quiere decir que nos hemos levantado 3.999 veces, esos es grandeza, ahora falta levantarnos la 4.000, y si caemos seguir intentándolo sin miedo al fracaso.
Fracasar es no intentarlo, rendirse antes de terminar y olvidar sin conseguir.
Tengo un buen grupo en el cual confío; tengo un equipo en el cual confío; tengo unos  colaboradores impresionantes en los cuales confío, y además, confío en mi trabajo.
Confianza es sinónimo de triunfo, aunque el triunfo no llegue cuando uno más quiere que llegue- dicen y digo que no, porque te levantes más temprano va a amanecer más pronto. Te puedes levantar a la 1 a las 2 a las 3 o a las 4, pero amanecer, amanece a las 7 (independientemente de la hora que te levantes). Lo que es necesario es estar despierto para ver el amanecer.
En cuanto al trabajo, puedes trabajar a todas horas bien y muy bien, pero lo más importantes es que tengas confianza en lo que haces y con quien lo haces.
Confianza, humildad y trabajo, junto  a la paciencia en tranquilidad es igual a triunfo final. La consecuencia es el objetivo cumplido.



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